miércoles, 25 de julio de 2012

MI NIÑO ES TÍMIDO


Generalmente, el niño tímido, no despierta demasiada atención o preocupación, entre padres y educadores. Quizá, por su carácter tranquilo y callado, por “no causar problemas”, pasa desapercibido.

Esto se explica porque los problemas que son interiorizados resultan menos llamativos y disruptivos que aquellos que se exteriorizan. Mientras que los primeros pueden manifestarse a través de conductas de evitación o miedo, los segundos suelen implicar problemas de conducta y generan malestar y preocupación en el ambiente que rodea al niño. También se cree –en muchos casos de forma errónea- que los problemas de timidez remitirán con el tiempo y que son más bien debidos a la edad que a un problema real del niño.

Pero, ¿qué es realmente la timidez? Desde el punto de vista de la Psicología, la timidez se define como aquel patrón de conducta que se caracteriza por un déficit acusado de las relaciones interpersonales y una tendencia estable a evitar el contacto social con otras personas. El niño tímido:

- No suele relacionarse con adultos ni con sus iguales. No participa de forma activa en la clase. Le cuesta iniciar conversaciones con otros niños y no suele participar en los juegos. Se muestra pasivo, no sabe reaccionar asertivamente cuando la ocasión así lo requiere, no expresa sus sentimientos ante los demás, se aísla del grupo y presenta un pobre repertorio de habilidades sociales.

- Habitualmente presenta un miedo irracional a expresar sus opiniones o actuar ante los demás, y cuando debe hacerlo (por ejemplo tiene que responder a una pregunta en clase o salir a la pizarra a resolver un problema), tiene una activación psicofisiológica que le provoca sudor, temblores, tartamudeo, etc. El niño, además, no sabe controlar esta situación, lo que hace que aún se sienta peor con todo lo que le ocurre.

- Sufre, lo que a menudo provoca que tenga problemas afectivos, autoestima negativa, sentimientos de inferioridad con respecto a otros niños, ideas irracionales sobre sus capacidades y aptitudes reales. A veces se queja de dolores de cabeza o estómago, mareos, en un intento de evitar situaciones temidas, como por ejemplo, ir al colegio.

El grado en el que se manifiesten estas conductas de evitación, conductas de ansiedad, activación psicofisiológica y problemas de índole afectivo, resultarán determinantes para saber si estamos ante una timidez “normal” o una de carácter patológico, donde ya será precisa la ayuda de un profesional.

¿Qué podemos hacer nosotros para ayudar a nuestro niño tímido?

Quizá lo primero es reconocer cual es la causa de su timidez. Ser tímido no es un capricho ni una falta de educación, la causa puede ser genética (herencia familiar), ambiental (más que el ambiente en sí mismo, es la forma de percibirlo e interpretarlo como amenazante), emocional (por un probable apego inseguro) o por aprendizaje (puede no haber aprendido o haberlo hecho de forma incompleta, ciertas habilidades sociales básicas para una adecuada interacción con los demás).

No debemos, nunca, ridiculizarlo delante de los demás. Tampoco compararlo con otros niños porque los comentarios pueden hacerle sentir muy inferior.

Antes de enfrentarle ante cualquier situación nueva, hay que haber consolidado el éxito de otras anteriores. Antes de llevarle a una fiesta de cumpleaños “multitudinaria”, intentamos que hable con varios de los niños que van a ir a la misma fiesta para que vaya familiarizándose y cogiendo confianza en sí mismo.

Debemos apoyarle y hacerle saber que sabemos cuál es su problema y mostrar nuestra absoluta disposición en aquello que pudiese necesitar para sentirse mejor. Al normalizar la situación, el niño se deshace de la sensación de ser “una carga” o de generar un problema a los padres.

Un amigo de su edad puede servir de referente –modelo de conducta- y de apoyo –siente que un igual le entiende y valora tal y como es-.

Tendremos que estar atentos a expresiones o descalificaciones que se haga a sí mismo y que tengan que ver con sus aptitudes y con sus expectativas futuras. Ante un “no valgo para nada”, “nunca tendré amigos”, “esto nunca va a cambiar”, nos sentaremos a escuchar sus argumentos, le explicaremos que está en un error y le indicaremos formas de pensar alternativas que mejoren su autoconcepto y potencien su autoestima.

Debemos darle tiempo y que poco a poco vaya superando pequeños retos, en función de la etapa vital que atraviese.

Analizaremos el grado de timidez del niño y lo incapacitante que puede resultar para él, podemos hablar con sus educadores, y si fuese necesario, acudir a un profesional que nos provea de las herramientas psicológicas necesarias para ser más eficaz en sus relaciones interpersonales y disfrutar de una mejor salud emocional. 

martes, 24 de julio de 2012

AL MAL TIEMPO, BUENA CARA


Viejo conocido del refranero español. Sus cinco palabras encierran un importante mensaje.

Desde hace varios años, la crisis económica es un tema recurrente en los medios de comunicación, en las tertulias con amigos y vecinos, en las reuniones familiares. Hablar de desempleo, falta de liquidez, injusticia social, problemas económicos… acaba por acaparar  las conversaciones y genera cierta sensación de malestar e incertidumbre personal.

Cuando esta sensación se mantiene estable en el tiempo (motivada o no, por un problema económico real), pueden aparecer síntomas como el insomnio, desórdenes alimentarios; síntomas psicológicos como irritabilidad, desánimo, apatía, falta de ilusión, desesperanza y síntomas físicos como presión en el pecho,  dolor de cabeza, migrañas,  etc …  Si los síntomas persisten y se agudizan con el tiempo, es recomendable acudir a un profesional, porque podríamos estar ante un cuadro de estrés y depresión, que acabarían comprometiendo el bienestar físico y psicológico de la persona.

¿Qué podemos hacer para sentirnos mejor?

El primer paso es enfrentar la situación con actitud positiva. No debemos confundirlo con negar la realidad. Cuando somos realistas nos mostramos  analíticos y críticos con lo que nos rodea, somos capaces de dar un sentido a lo que percibimos, podemos buscar sus causas, entender lo que sucede y aceptar las cosas sin caer en dramatismos –nada positivos, por otro lado-. Mostrar una actitud positiva también influye en nuestras expectativas sobre cómo irán desarrollándose los acontecimientos. Puede ayudarnos a tener una visión más optimista y esperanzadora del futuro.

Debemos evitar pensamientos e ideas de culpabilidad propia o ajena, con respecto a lo que sucede. Centrarnos en un problema o en quién lo provoca, no mejora nuestra capacidad de análisis, pero sí puede tener un efecto negativo en nuestro estado de ánimo.

Para crear y mantener una sensación de control, podemos definir cuáles son nuestras prioridades. Una vez las conozcamos, nos propondremos objetivos a conseguir.  Deben ser metas realistas, que puedan realizarse a corto plazo y que den respuesta a nuestras necesidades. Nunca se deben sopesar objetivos, ni tomar decisiones drásticas  “en caliente”, porque pueden no haber sido suficientemente meditadas y estar influidas por un estado de ánimo negativo. Al cumplir los objetivos que nos hemos propuesto,  mejorará nuestra sensación de control y de eficacia percibida.

Es necesario centrarnos en buscar soluciones posibles. Cuando asumimos, conscientemente, que “esto debe ser así”,  nuestro cerebro se muestra receptivo y se focaliza en todo aquello que sirva a nuestros propósitos, dejando de lado lo que no nos interesa o lo que pueda suponer un obstáculo para conseguirlo.

La red social y familiar es muy importante en todo este proceso, no sólo desde el punto de vista práctico –por la ayuda que nos puedan brindar- sino por el sentimiento de arropo y protección que nos transmiten  y que acaban por provocar que nuestro estado de ánimo y nuestra forma de experimentar las situaciones, se tornen más positivas.

Por último, resulta muy útil, plantearse que de los momentos de crisis, sean de la índole que sean, se pueden extraer  consecuencias positivas: replantearse la necesidad de estudiar, de cambiar de trabajo, de definir bien las prioridades, de modificar las que ya tenemos, de hacer las cosas de otra forma, de indagar en aquellas habilidades que no sabíamos que teníamos, de perfeccionar las que ya tenemos, de ampliar nuestros horizontes, etc   

sábado, 21 de julio de 2012

YO DECIDO MEJORAR MI AUTOESTIMA


     Una gran parte de la Autoestima viene determinada por los éxitos o fracasos que tenemos a lo largo de nuestra vida.

Por eso, para sentirnos mejor con nosotros mismos y tener un autoconcepto más positivo, e incluso en muchos casos, más ajustado a la realidad,  podemos hacer varias cosas:

- En relación al pasado; repasar,  objetivamente, todas aquellas situaciones personales, laborales o sociales en las que conseguimos tener éxito y éste pueda haberse debido a nuestro comportamiento, nuestra actitud, nuestras capacidades y aptitudes.

- En relación al presente y futuro; podemos elaborar un proyecto de superación personal. Como en cualquier otro proyecto, debemos comenzar por marcarnos unos objetivos; unas tareas concretas a realizar; establecer un orden de actuación; pasar a la acción de las tareas que nos hemos propuesto y por último, evaluar tanto si hemos conseguido los objetivos como si necesitamos modificar los propuestos y/o sustituirlos por otros más eficaces.




miércoles, 18 de julio de 2012

¿PUEDO MEJORAR MI AUTOESTIMA?


Todas las personas tenemos lo que se denomina “imagen personal” o “autoimagen”, fruto de lo que pensamos de nosotros mismos, de nuestras capacidades, de nuestras cualidades. Aquellos son conceptos distintos del de autoestima, que hace alusión a la valoración que damos a dichas cualidades y que ha ido consolidándose a partir de las experiencias que tenemos a lo largo de la vida. Lo que pensamos de nosotros mismos y cómo nos valoramos es muy importante y acabará influyendo tanto en nuestro desarrollo como seres humanos, como en los logros que consigamos. Si nuestra autoestima es positiva, nos vemos y sentimos con capacidad y ganas de afrontar nuevos retos. Lo contrario es igualmente cierto, si la autoestima es baja, lo más probable es que nos autolimitemos en nuestros objetivos y en las acciones que pongamos en marcha para conseguirlos, por lo que, con gran probabilidad, acabaremos teniendo un fracaso.

Una gran parte del concepto o imagen que tenemos de nosotros mismos se forma a lo largo de la infancia y la adolescencia. Las experiencias de aceptación o rechazo por parte de los demás, las calificaciones y expresiones que el entorno nos dirige, el apoyo social durante la fase de cambio y desarrollo de la identidad en la pubertad, pueden llegar a condicionar significativamente el concepto que de nosotros tenemos.

Las personas que presentan baja autoestima generalmente tienen una visión distorsionada de sí mismas, que incide directamente en su forma de percibir a los demás y las relaciones que con ellos mantienen. Presentan pensamientos erróneos y sobredimensionados –“…he suspendido este examen, creo que nunca conseguiré acabar mis estudios…”-; Utilizan expresiones en las que se descalifican de forma permanente –“…he tirado el florero y se ha roto…¡¡qué torpe soy¡¡-; No consiguen ver puntos intermedios, tienen pensamientos polarizados –“…estás conmigo o contra mí…”, “…todo el trabajo está mal, desde el principio hasta el final…”-; Se sienten responsables de todos los sucesos –“…tengo yo la culpa de todo…”;  Personalizan, de forma egocéntrica, todo lo que les rodea –“…parece enfadada, debo haber hecho algo que le ha sentado mal…”; Asumen que sus conductas o su simple presencia pueden molestar a los demás, sin que exista evidencia para así creerlo –“…a pesar de que pone buena cara, seguro que no me soporta…”-; Existen sentimientos generalizados de desamparo, de soledad, de no sentirse atendidos por los demás, y desatienden aquellas ocasiones en las que las experiencias apuntan en sentido contrario.

Dado que es importante tener una visión y una valoración positivas de nosotros mismos para nuestra vida en general, cabe preguntarse: ¿Es posible mejorar la autoestima?, ¿Podríamos cambiar el concepto que tenemos de nosotros mismos? 


    La respuesta es un rotundo SÍ. La autoestima puede ser mejorada y cambiada. Para ello podemos hacer algunas cosas: La forma de hablar y las expresiones que utilizamos son muy importantes, por ello podemos comenzar por analizar y ser conscientes de aquellas frases que utilizamos de forma habitual y que son negativas, una vez identificadas debemos sustituirlas por otras que sean positivas –“No hago bien las cosas” por “Esta vez voy a proponerme hacerlo bien”-, “Con mi forma de ser caigo mal a todo el mundo” por “No se puede agradar a todo el mundo”; Debemos evitar las generalizaciones, tan habituales en personas con baja autoestima, y focalizarnos en cualidades, aptitudes o actitudes puntuales, “No se me da bien ningún deporte” por “Tengo poca resistencia en atletismo, pero demuestro ser un buen nadador”, “Nunca podré aprobar la asignatura de Química” por “He suspendido este examen, pero seguro que si me esfuerzo más en la próxima convocatoria, podré aprobar” ; Modificaremos nuestro foco de atención que se dirigirá exclusivamente a aquellos atributos, capacidades y cualidades que sean positivos. Para conseguirlo podemos reflexionar sobre éxitos o actuaciones exitosas que hayamos tenido en el pasado e imaginar cómo podemos repetir los logros en un futuro, con esfuerzo y convicción; Tal y como dice el refrán “Las comparaciones son odiosas”, en el caso de personas con autoestima baja esto resulta especialmente doloroso porque siempre suelen percibir a los demás como mejores que ellos. Es importante ser conscientes de que entre las personas existen grandes diferencias y que mientras algunas personas destacan en algunos aspectos como por ejemplo, los deportes, otros lo hacen en tareas de bricolaje; Necesitamos confiar en nosotros mismos y en nuestras habilidades. Mostrarnos predispuestos a encontrar fortalezas nos ayuda a ser más objetivos con nuestras capacidades reales, estar más satisfechos con las que descubrimos y aceptar mejor aquellas otras facetas en las que no somos tan eficaces;  Por último, habiendo hecho el análisis anterior, podemos plantearnos qué queremos mejorar de nosotros mismos, qué queremos lograr y marcarnos cómo lo conseguiremos.




martes, 17 de julio de 2012

"EL PENSAMIENTO Y LA BELLA NIÑA"


         Los pensamientos tienen un peso importante en nuestro comportamiento, en nuestras emociones, en nuestra forma de ver el mundo e interpretar nuestras experiencias dentro de él.



sábado, 14 de julio de 2012

LOS VÍNCULOS AFECTIVOS


Una de las cualidades características del ser humano es su capacidad para formar y mantener relaciones con los demás. Éstas son necesarias para sentirse seguro, amado, valorado, protegido,….

Es durante la infancia y la niñez temprana cuando se desarrollan los “patrones” de comportamiento y de vinculación afectiva con los demás, que acompañarán toda la vida de la persona. Durante estos primeros años de desarrollo evolutivo, el niño es especialmente sensible  a las experiencias que vive. Variables como el afecto, la capacidad de compartir, la empatía, la capacidad de mantener relaciones amorosas estables ya de adultos, se asocian con el hecho de haber aprendido y desarrollado dichos patrones en la primera infancia.

Dentro del desarrollo infantil, hacer referencia al apego, significa hablar de un vínculo afectivo especial y único que se da entre la madre y el niño, o bien entre el cuidador primario y el niño (en los últimos años está tomando protagonismo la idea de la importancia de la figura paterna también como parte imprescindible en el desarrollo afectivo). El apego, para ser considerado como tal, debe constituir una relación emocional mantenida en el tiempo con una persona concreta, debe producir seguridad y bienestar, y la simple amenaza real o imaginada de separación de la persona con la que se ha establecido el vínculo afectivo tiene que ser vivida con ansiedad por parte del niño.

Cuando la relación entre esa persona –figura de apego, de aquí en adelante- y el niño es sólida y saludable, hay una gran probabilidad de que ya en la vida adulta las relaciones que éste desarrolle con otras personas,  sean igualmente satisfactorias y duraderas. Lo contrario también es cierto, una insuficiente relación de apego puede asociarse a la imposibilidad o dificultad de establecer relaciones emocionales estables y positivas en un futuro.

El bebé parece ya nacer con un repertorio de conductas que tienen como finalidad última producir respuestas en sus padres o cuidadores: el bebé succiona, emite sonrisas reflejas, balbucea, llora para solicitar ser atendido y satisfacer alguna necesidad. Con estas conductas el bebé busca la proximidad con su figura de apego, resistiéndose de un modo u otro a la separación.

Ante estas demandas, la figura de apego puede responder de varios modos. Y es precisamente en la consistencia y calidad de asistencia a estas demandas, que se desarrollan diferentes tipos de apego:

- Cuando los cuidadores se muestran sensibles, siempre, a las necesidades del bebé, éste aprende que puede confiar en ellos porque acudirán cuando lo demande. El niño desarrolla, entonces, un estilo de apego seguro. Ya en la etapa adulta, se traducirá  en el hecho de ser un adulto cálido, emocionalmente más estable y con capacidad para mantener relaciones íntimas satisfactorias. Con toda probabilidad será también una persona más positiva, más segura de sí misma y más integrada socialmente hablando.

- Cuando los cuidadores no atienden debidamente las demandas del niño, éste acaba desarrollando un estilo de apego ansioso-evasivo, mostrando un aparente desinterés ante su presencia. Acaban por desarrollar un sentimiento de poca confianza en el hecho de ser ayudados cuando lo necesitan, lo que se traduce, ya en la etapa adulta, en inseguridad y posible rechazo a los demás, miedo emocional a entablar relaciones íntimas y poca seguridad en sí mismos.

- Cuando los cuidadores no atienden de forma consistente a las demandas del bebé o del niño, éste pierde la confianza de que va a ser ayudado. Al separarse de ellos responde con angustia intensa, mezclando comportamientos de apego con otros de enfado o resistencia.  Se desarrolla entonces, un estilo de apego ansioso-ambivalente. En la etapa adulta, pueden mostrarse personas poco seguras de sí mismas, con reivindicaciones constantes para la satisfacción de sus demandas y accesos de ira cuando éstas no son debidamente satisfechas. 

- En la actualidad algunos autores hablan de otros estilos de apego, en referencia a la combinación de los 3 citados anteriormente. 

Y, ¿qué experiencias pueden ayudar al desarrollo de un vínculo afectivo adecuado entre la figura de apego y el niño? Coger al bebé y colocarlo en el hombro, alimentarlo adecuadamente, cantarle, darle besos, mecerlo, hablar en voz baja mientras se le mira detenidamente a los ojos, masajearlo, acariciarlo durante el baño…Y estas conductas deben emitirse de forma consistente.

En los primeros tres años de vida, el cerebro desarrolla el 90% de su tamaño final. Durante este período se desarrollan aquellas estructuras que serán la base del posterior funcionamiento emocional, físiológico, conductual y social hasta el final de la vida. Por ello, es tan importante que el niño desarrolle vínculos afectivos positivos y un patrón de apego saludable en esta primera etapa.  

jueves, 12 de julio de 2012

EL COMIENZO DE UNA NUEVA ETAPA


La casa se queda grande. Está demasiado silenciosa. Los horarios quedan en un segundo plano porque ya no hay tanto trabajo que acometer. Sin obligaciones, el tiempo libre se convierte en una pesada losa…

La mujer se enfrenta a la marcha de los hijos del hogar. Experimenta una pérdida importante en la medida en que ellos han constituido el pilar de su existencia. Cuanto mayor haya sido la dedicación a su rol de madre, mayores probabilidades de experimentar con pesar esta pérdida.

Quizá el factor más relevante es cuando “uno se encuentra consigo mismo”. El cuidado de los demás implica marcarse diariamente unas tareas, estructurarse tiempos, ocupar la mente en tareas organizativas. Asumir el cuidado de otros resta espacio para uno mismo. Máxime si la mujer ha elegido el rol de madre en detrimento de otros posibles: ser esposa, amiga, vecina, profesional, ….

Después de varias décadas de sentirse totalmente necesitada, debe enfrentarse a la situación de “ya no soy necesaria”. Creencia que aún siendo errónea,  es bastante habitual.

El entorno se muestra buen entendedor de su situación y muy acertadamente la recomienda dar paseos, salir con amigas, dedicar tiempo a estar a solas con la pareja, apuntarse a alguna asociación, practicar algún hobbie  ya olvidado por falta de tiempo… Es cierto que todas y cada una de estas cosas podrían mantenerla ocupada e incluso poder disfrutar de ellas acabarían por generar una  sensación de bienestar.

Pero, es además necesaria la “reconstrucción” interna. El tiempo dedicado a los hijos se ha restado del tiempo dedicado a mirarnos al espejo, a leer novelas, a hacer cursos de nuestra manualidad favorita, a hacer viajes con la asociación de vecinos, a ir al gimnasio, a pasar 3 horas seguidas de nuestra vida viendo cine clásico, a salir a tomar un café nocturno con nuestras amigas, a mantener las amistades, a tener una cena romántica con la pareja, a ir al concierto de nuestro cantautor favorito, retomar las noches de pasión y placer disfrutando cada instante de nuestras relaciones sexuales, levantarnos tarde de la cama cuando así nos apetece, ....…; A pensar cómo nos sentimos, a indagar en “cómo nos gustaría sentirnos”; preguntarnos quiénes somos, a respondernos en quiénes nos hemos convertido;  A especular sobre las cosas que tenemos por aprender, a plantearnos qué es lo que deseamos aprender;  A analizar qué cosas hacemos diariamente, a programarnos qué cosas queremos hacer; A ser conscientes de qué cosas nos hacen felices y nos hacen vibrar, a confirmar qué cosas vamos a comenzar a hacer que nos hagan sentir bien;  A mirar a nuestro alrededor y ver quién nos rodea, a descubrir con quién queremos estar; A dejar de estar pendientes de lo que necesitan los demás para solamente disfrutar con los demás; A analizar qué necesitamos nosotros y nuestro cuerpo para sentirnos mejor, a establecer qué cosas comenzamos a hacer para conseguirlo; A mirar nuestras canas, bolsas y arrugas, a ver solo experiencia y belleza en ellas…

En definitiva, a cerrar una etapa y comenzar otra en la que vivir plenamente con uno mismo, sea el objetivo último y más importante.

martes, 10 de julio de 2012

DESMONTANDO IDEAS


    “Es normal que mi novio me haya dejado por otra persona. Seguro que ella es más guapa, más divertida y mejor en la cama que yo. Me fastidia decirlo pero cuando salíamos los fines de semana y veía cómo le miraban otras chicas, pensaba qué es lo que habría visto en mí y no en ellas. Me sentía bien por su elección y a la vez bastante insegura al pensar que en cualquier momento podía cambiar de opinión y tomar la decisión de estar con otra persona más agraciada e interesante que yo,…”

Este es el pensamiento de una persona a quien su pareja acaba de abandonar. Es el pensamiento de una mujer con poca seguridad en sí misma, con dudas acerca de su valía, que pone en tela de juicio la realidad, las propias conductas y las de los demás hacia ella… que busca encontrar hechos que ratifiquen la visión –errónea- que tiene de sí misma. ¿Y qué hecho más  evidente que una ruptura sentimental por parte del otro para encontrar la confirmación de sus creencias?

Lo anterior constituye un patrón de pensamiento bastante extendido entre una gran parte de la población. Muchas personas se castigan a sí mismas con pensamientos recriminatorios y altamente tóxicos para su salud mental y su felicidad. Los seres humanos somos nuestros peores enemigos a la hora de emitir una crítica y convertirla en el epicentro de nuestra atención y de toda nuestra existencia, pero sobre todo tenemos una capacidad especial para “vivir como real aquello que dicta nuestra creencia" y además sufrir sus consecuencias.

Esto nos lleva a hacernos varias preguntas: ¿Es posible lograr objetividad en nuestras críticas y en la concepción que tenemos de nosotros mismos, nuestras conductas y actitudes?, ¿Podemos cambiar voluntariamente el modelo de pensamiento por uno más beneficioso para nuestra vida? Si la respuesta es afirmativa… ¿Cómo hacerlo?

Lo primero es identificar qué pensamientos y creencias son erróneas. El concepto erróneo puede ser aplicado a cualquier idea, pensamiento o creencia, que no se ajusta a la realidad, independientemente de la certeza con la que la persona la vivencie. Para diferenciar las ideas erróneas de las que no lo son es necesario comprobar su veracidad: “necesito saber si realmente no soy agraciada, que es como yo me veo”. Tengo que comprender que puedo cambiar esta visión que tengo de mí misma, desmintiendo esta idea y comprobando que no es cierta. Debo mantenerme alerta y encontrar –en este caso- rasgos de mi físico que demuestren que estoy cometiendo un error al pensar que no soy agraciada. Seguro que incluso puedo hacer todo un listado de partes de mi cuerpo con las que puedo sentirme más que satisfecha: mis manos, mis pies, mi barriga plana…

Ya he reconocido que la realidad de mi físico no se corresponde con la imagen global que tengo de él. Entonces, ¿si no son ciertas, cómo he llegado yo a esas conclusiones? Debo buscar el origen: quizá cuando era pequeña en casa decían que era fea, quizá en el colegio algún compañero se reía de mí, quizá no he llegado a superar el desengaño con mi primer novio, quizá es porque no quepo en los pantalones talla 40, quizá es porque todas mis amigas están más delgadas que yo, quizá…, quizá…, las posibilidades son muchas, pero sólo debo centrarme en aquellas que, hoy por hoy, puedo modificar.  Puedo hacer dieta y perder algún kilo, puedo preguntar a mis amigas si realmente pesan tan poco como yo creo que pesan. Puedo elegir pensamientos alternativos que sean más constructivos y que además, desplacen a los negativos: no quepo en la talla 40 pero seguro que hay modelos de pantalones que por su hechura me hacen más delgada y puede que me vea guapa.

En algunos casos, puede que la creencia no sea del todo errónea, pero tampoco tan rotunda como la consideramos. Es posible que algo de cierto haya en el hecho de no ser del todo agraciada. Pero es imposible que todas las partes del cuerpo estén faltas de virtud estética. Entonces –y a sabiendas de que algo de razón pudiera tener en mi creencia- centraré mi foco de atención en aquellas partes que sean hermosas: Pintaré mis uñas para resaltar mis manos y mis pies, utilizaré camisetas cortas con las que poder lucir mi vientre plano, llevaré el pelo suelto porque es sedoso y abundante, pintaré la parte de arriba de mis párpados para acentuar mis ojos rasgados,…y poco a poco, iré encontrándome menos fea porque 1) seré más objetiva con mi aspecto real y 2) dejaré de centrarme y de magnificar aquellas cosas que no me gustan, dando paso a ideas alternativas sobre aquellas otras con las que sí me siento a gusto.

Tenemos que plantearnos, por último, qué beneficio obtenemos al centrar nuestra atención en creencias erróneas –si tenemos en cuenta su potencial destructor- . Si lo que creemos de nosotros mismos es cierto en este momento, es posible cambiarlo en un futuro?, ¿cómo hacer para conseguirlo?,… puedo, por ejemplo, detallar en un papel cómo será mi forma de actuar de aquí en adelante en todo lo relacionado con lo que necesito modificar… esto indicaría que: ya he identificado las creencias erróneas, tengo la intención de modificarlas, me he marcado unos objetivos y sé que pasos dar para conseguirlo.

    Poner en marchar estos cinco pasos ayuda  a modificar no sólo creencias erróneas concretas, sino patrones de  pensamiento generalizados en la mente de muchas personas. Pensamientos, ideas y creencias realistas y positivas mejoran nuestro concepto de sí mismos, de lo que nos rodea, de nuestro futuro, de nuestro paso por la vida... contribuyendo a conseguir un mayor bienestar y una mejor adaptación a las circunstancias vitales.

lunes, 9 de julio de 2012

VIENDO EL MUNDO TRAS UN CRISTAL


El sábado mi hijo sufrió un desplante importante por parte de otro niño. La formación en valores y su propia autoestima consiguieron que el desplante no llegara a mayores y  sólo constituyese una anécdota más en su vida.

Todo el mundo es consciente de que estamos atravesando momentos importantes de cambio. Para algunos “el mundo y los acontecimientos van demasiado aprisa”, para otros “el mundo está loco”, algunos afirman que “el mundo es un lugar peligroso” y otros muchos van más allá diciendo que “todo el mundo es malo hasta que me demuestre lo contrario”. Ninguna de estas aseveraciones es positiva, pero sí resultan bastante peligrosas por nuestra forma de entender el mundo, de cómo funciona y del lugar que ocupamos nosotros dentro de él. Estas afirmaciones hacen que nos identifiquemos como seres vulnerables en un ambiente hostil, donde cualquier modificación de los acontecimientos está fuera de nuestro control. Los efectos de estas letanías “rezadas” un día tras otro son devastadoras. Hacen que acabemos viviéndolas como reales, producen miedo, desesperanza, menoscaban nuestra ilusión, provocan indefensión ante los acontecimientos y producen tristeza y amargura. Nuestra atención se centra en noticias, experiencias, situaciones que confirmen nuestras expectativas –negativas- de cómo funcionan las cosas. Un claro ejemplo es la audiencia que genera la visión del efecto de un tsunami en un telediario, y la poca atención que se presta a la noticia de la construcción de una presa útil para la población. El imprimir una concepción tan poco optimista del mundo y de sus habitantes no sólo afecta a nuestro foco atencional, sino que favorece la creación de todo un repertorio de conductas y actitudes acordes con las expectativas que tenemos del mundo que nos rodea: “…mi vecina es una mala persona”. El cerebro tiene órdenes de reparar solamente en aquellas conductas de mi vecina que confirmen lo que pienso de ella. Si hace algo mal lo achacamos a su forma de ser (variable constante y permanente en su vida), si la conducta que emite no es compatible con lo que pienso de ella –es decir, ha emitido una conducta que entra dentro de mi categoría de  “socialmente aceptable”- me inclino a pensar que son las circunstancias las que la obligan a comportarse de esa manera (variable inconstante y ajena a su persona).  Con esta expectativa de mi vecina, nunca seré consciente de sus “buenas acciones” y siempre magnificaré su forma de proceder cuando no se corresponda a mi ideal de “buena conducta”. 
  
Cuando buscamos incesantemente confirmar las expectativas negativas que tenemos sobre los demás, sobre otras religiones, sobre otras culturas, sobre otras formas de vivir y entender la vida distintas a las nuestras, cuando intentamos hallar puntos de desencuentro entre nuestras conductas y actitudes y las de los demás, estamos eligiendo centrarnos en aquello que creemos estar viendo, en un claro intento de darnos la razón a nosotros mismos, a costa de lo que sea. Estamos actuando de forma parcial, perdemos objetividad y con ello la posibilidad de ver cómo son las cosas realmente.

Es un hecho que el mundo no es perfecto. Es un hecho que hay individuos cuyo comportamiento no es adecuado e incluso es lesivo para los que le rodean. Es un hecho que en ocasiones las circunstancias no son las que teníamos previstas y nos obligan a hacer cosas con las que no contábamos. Pero es igualmente cierto que el ser humano tiene la capacidad de decidir lo que quiere ver y cómo lo puede integrar en su ideal de vida. Un primer paso para sentirnos mejor es la objetividad. Observar, sin esperar. Analizar, sin enjuiciar. Contrastar, sin entrar en comparaciones. Aprehender, sin faltar a nuestros principios ni expectativas. Examinar y Rehacer nuestros propios conceptos. Poner en tela de juicio nuestros pensamientos. Todo ello ayuda a que nos conozcamos mejor a nosotros mismos y a que entendamos un  poco mejor por qué los demás actúan como lo hacen.

El sábado un niño dio un desplante a mi hijo. Descalificó algo que era muy importante para él. Tras unos minutos de reflexión, y sin contestar al otro niño, mi hijo eligió pensar que “ese niño no había probado su juguete y no podía saber si era divertido o  no. No sabía por qué había dicho esas palabras, pero tampoco importaba mucho, era su juguete, el que le hacía feliz y del que se sentía tan orgulloso ”.

jueves, 5 de julio de 2012

NECESITAMOS REÍR


"La vida es demasiado importante como para tomársela en serio"
-Oscar Wilde
El sentido del humor es una capacidad única del ser humano y tiene carácter universal.  Son muchos los beneficios que se le atribuyen tanto físicos, como sociales y psicológicos.

Reír reduce el estrés y la ansiedad que sufren las personas, mejorando indirectamente su  salud física. Cuando la persona ríe y tiene buen sentido del humor, el estado de ánimo  mejora y las enfermedades –si las hay- se sobrellevan mejor. Incluso, puede contribuir a que las personas también perciban mejor su estado de salud.

La risa está implicada en cambios fisiológicos en el sistema músculo-esquelético, el endocrino, el inmunológico, el nervioso y el cardiovascular. Una risa fuerte, vigorosa, reduce la tensión muscular, incrementa la cantidad de oxígeno en sangre, produce endorfinas, ejercita el corazón y el aparato circulatorio.

El sentido del humor también afecta a la salud porque suele ir acompañado de un estado emocional positivo. Las emociones positivas estimulan el sistema inmunitario, tienen efectos analgésicos y contrarrestan los efectos de las emociones positivas que pudiese experimentar la persona.

El sentido del humor modera el estrés porque ayuda a que la persona “vea la situación de otra manera”, menos amenazante. Al reducir el estrés, también lo hacen otras circunstancias relacionadas directamente con él, como por ejemplo, contraer una enfermedad infecciosa o sufrir enfermedades cardíacas.  Ahora bien, parecen existir diferencias en los efectos que generan unos u otros tipos de humor: el “humor positivo” será más beneficioso en el estado de ánimo, que el “humor sarcástico, irónico”, que la persona quizá, emita ante los demás a modo de mecanismo de defensa.

Las personas con sentido del “humor positivo” suelen tener mayor autoestima, tener más presentes sus fortalezas y dar menor peso a sus debilidades (incluso a reírse de ellas). La visión de sí mismos es más positiva, la visión de la vida en general, es más positiva y la aceptación social por parte del entorno es mucho mayor, porque son personas con las que se quiere estar. Ser bien acogidas, socialmente hablando, potencia el desarrollo de emociones positivas e indirectamente las sensaciones de bienestar y felicidad.

Reír tiene ventajas –y ninguna contraindicación- por lo que es necesario hacerlo todos los días, incluso cuando no estemos de humor. Podemos rodearnos de personas que sabemos nos harán reír, o ver películas que despierten nuestra hilaridad,  leer libros divertidos, ver programas cómicos de televisión, intentar que vengan a nuestra mente recuerdos positivos que nos hagan sonreír, ponernos delante del espejo y entrenar. En última instancia, podemos asistir a clases de risoterapia que tantos beneficios están demostrando aportar en quien lo practica. Las alternativas son muchas y eficaces.

lunes, 2 de julio de 2012

LOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA


El término educar puede tener varias acepciones, en función de cuál sea el objetivo que se pretende conseguir. Lo que parece ser común  a cualquiera de ellas, es el hecho de que la persona que educa está adoctrinando, encaminando, dirigiendo, perfeccionando o desarrollando ciertas facultades, ya sean físicas, morales, intelectuales, etc.

Generalmente, asumimos que la educación sólo se practica sobre los niños –gran error por otro lado-. Los adultos estamos continuamente en contacto con información nueva, procedente del exterior. Recibimos información, procesamos aquella que nos resulta relevante ó útil y transformamos la que ya teníamos anteriormente alojada en nuestro cerebro en base a los datos nuevos. Somos especialmente “cuidadosos” de atender a cierta información y de desechar “la que no nos sirve”. Esto es posible, en parte a la gran cantidad de conocimientos adquiridos a lo largo de nuestra vida. Estos conocimientos funcionan a modo de “filtro” permitiendo que ciertas informaciones entren –aquellas que están dentro de nuestro foco atencional- y además que se interpreten de determinada manera –en función del valor que demos a la información que hemos dejado pasar-. Todo esto permite que el adulto esté siempre aprendiendo, e incluso –en muchos casos, que pueda ser educado en aspectos concretos-.

En el caso de los niños, existen otras variables implicadas. Hasta los 13 años aproximadamente, la persona está atravesando el llamado período crítico de aprendizaje. En este período vital, cobran gran importancia los factores ambientales –tanto biológicos como sociales-. El niño necesita, por ejemplo, una buena alimentación que ayude a su cerebro a desarrollarse adecuadamente. También necesita un ambiente que le proporcione estímulos emocionales, verbales, visuales y auditivos en cantidad suficiente para permitir que su cerebro desarrolle las conexiones neuronales apropiadas, que le van a permitir posteriormente tener un aprendizaje normal. Esto a nivel biológico.  

Ahora vamos a reflexionar sobre la calidad de los estímulos. Podemos tener a un bebé de 4 meses de edad, dentro de un centro social con muchas luces, música estridente, gente hablando demasiado alto, humo en el ambiente... Mucha estimulación, sí, pero ¿de calidad?

El mismo niño puede estar paseando por el parque. 24º centígrados de temperatura, el sonido de los patos del estanque cercano, las risas de otros niños, el ruido lejano de coches circulando… Suficiente estimulación, sí, y de calidad.

Ambas son fuentes de estimulación, pero el resultado que producen es bien distinto.

En casa podemos tener juguetes de colores vivos, con luces, sonidos, texturas. Son muy importantes para el desarrollo psicomotor, la coordinación oculomotora, etc. Si además la familia comparte estos juegos y sensaciones, estará creando un importante vínculo afectivo con el niño.

A la hora de dirigirse al niño cobra especial importancia el tono de voz, las palabras utilizadas, la postura corporal, la mirada, la sonrisa. Todas ellas forman parte de la comunicación familiar y dan información sobre el tipo de relación que mantienen sus miembros. Estas particularidades en la comunicación, unidas al tipo de vinculación afectiva que se tenga con la familia, serán determinantes para el desarrollo posterior de las relaciones con el entorno al llegar a la etapa adulta.

En todo momento, se están produciendo aprendizajes. La familia, no siempre de forma consciente, manifiesta conductas, expresa actitudes y comparte vivencias con el niño, que forjan los pilares de su educación.  Resultan, a la postre, ser la base de nuevos aprendizajes y de nuevas formas de entender e interpretar el entorno.